La genealogía misma ha empezado a desvelar que la autotransparencia es, en realidad, el verdadero encubrimiento por total y permanente de algo aún más insoportable. En el hundimiento de algunas de
las hipostatizaciones de la vida ha empezado a vislumbrarse otro continente: la ambivalencia, el
querer vivir... La vida, o más exactamente, la transparencia de su tautología constituye-parece
construir- el tenue vidrio que nos separa de esa otra tierra ante la que postergamos la arribada. Pero la genealogía de la vida no puede perforarlo. Si el encubrimiento es total no existe un punto de apoyo donde apuntalarse para iniciar la crítica. La genealogía no puede atravesar la transparencia a la que llega, no puede desocupar la vida hacia fuera de ella. Nos deja ante la vida es la vida: la nada de la pura transparencia, y a la vez, los contornos difusos de lo por ella ocultado. ¿Quién puede ir más allá? ¿Quién puede aferrar la tautología de la vida para hacerle decir lo que ella se calla? Sólo una experiencia radical de la vida. Pero ¿quién puede hacerla?
(López Petit. El Infinito y la Nada, 112)